martes, 26 de junio de 2012

Una hoja en blanco

          Aquí estamos, una vez más, tú y yo, frente a frente. Titánico coloso al que todos alguna vez nos hemos enfrentado, ignorantes esperanzados en conseguir tan solo atizarle un certero golpe que le haga tambalearse. Esperamos contra las cuerdas, cansados, rendidos ante la imposibilidad de conseguir dañarle lo más mínimo, aunque nos conformamos con pensar que le podremos ocasionar un pasajero rasguño. No tenemos nada que hacer, la batalla está perdida de antemano, y lo sabemos. 

            Sin embargo, ahí seguimos, delante de aquel papel en blanco, con un bolígrafo como única arma y la imaginación como fiel consejera, gran conocedora del peligro inminente. Entonces empiezas. Borras, tachas, piensas que es una tontería, que no tienes nada que decir y contemplas la posibilidad de arrugar el papel, como siempre deseaste hacer con muchos momentos de tu vida, y tirarlo a la papelera. Nunca nada ha sido tan sencillo. Vuelves a empezar. "Venga, seguro que puedes hacerlo, antes lo hacías" te dices, consciente de que te engañas, pues bien sabes que no es momento para escribir. No tienes ganas, no saldrá nada de esa mano que ha perdido el rostro al que acariciar cada noche. "¿Qué es lo que me pasa? ¿Por qué no puedo escribir?". Estas preguntas se van apoderando poco a poco de ti, y todo pierde el sentido, si es que alguna vez lo tuvo.  Entonces, cierras los ojos, te dejas llevar por la música que empieza a sonar en tu cabeza, en un vago intento introspectivo en el que confías encontrar dentro de  ti las respuestas que nunca tuviste, ni tendrás, a las preguntas que siempre te has hecho. Igual, con suerte, te percatas de que todo se reduce a eso, a que las cosas han perdido el sentido. "Pero, si nada tiene sentido, ¿para qué escribir? No merece la pena". Aunque ahí sigues, imperecedero luchador que confía en poder ordenar las cosas dentro de sí,  ciegamente ilusionado en que ello ayude a que las palabras se sitúen, como dormidas, suavemente sobre el papel en blanco. Pero no pasa, y empiezas a cansarte. Cierto aire melancólico, taciturno, se apodera de ti, comienza a correr por tu cuerpo llegando a lugares para ti desconocidos y, ahora sí, te percatas de que es mejor dejarlo, primero debes ordenar ese desordenado baúl que tienes por cabeza.

             Comienza una tarea tan o más difícil que la anterior, necesaria como pocas para que todo comience a ser como realmente quieres que sea, imprescindible para que las palabras vuelvan a fluir entre esos dedos que han recuperado las curvas de un cuerpo en el que perderse. O tal vez no, quizás tus manos necesitaban situar tu cuerpo, situarte a ti dentro del mundo, tener entre ellas el papel que te ha tocado interpretar, sabedoras de que es un guión en blanco que debes ir llenando con esas palabras que nunca te salieron, y estás seguro de que esta vez no será una excepción, cuando te enfrentas a una hoja en blanco.

             Vuelta a empezar.


Gueky

3 comentarios:

  1. "Contemplas la posibilidad de arrugar el papel, como siempre deseaste hacer con muchos momentos de tu vida, y tirarlo a la papelera"
    Sin palabras

    ResponderEliminar
  2. ¡Wow, me encanta! Ya tienes un seguidor más.

    Por cierto, yo también escribo un par de chorradas y justo ahora acabo de empezar un nuevo blog, por si te apetece pasarte y hacérmelo saber... Pues lo agradecería. http://somosuntodoynada.blogspot.com.es/

    ResponderEliminar