martes, 11 de septiembre de 2012

Pero yo es que no lo veo así


“Pero es que yo no lo veo así”. “Esa es tu opinión”. Las mencionadas, son las dos grandes frases que marcaran la vida de todo aquel que medianamente se dedique a la filosofía. ¡Y no sabéis lo muchísimo que me tocan la polla! Ahora todo el mundo tiene la jodida razón y son los más máximos putos amos de la filosofía. Pues os diré un secreto: no tenéis ni puta idea y cada vez que abrís la boca me hacéis replantearme la veracidad de las teorías de Darwin.

Ilustremos el porqué de mi frustración. Si yo le preguntara a, por ejemplo, un médico dónde está el fémur, el respondería que en el muslo y que es el hueso más largo del cuerpo humano. Pues bien, supongamos que soy un subnormal profundo, producto de un cordón umbilical liado al cuello que bloqueo la entrada de sangre al cerebro de forma irreparable, y digo que no. Mi respuesta es un rotundo no; el fémur no está en el muslo, esta en la cabeza y es un músculo. El muy apreciado médico me diría contradiría y demostraría que no tengo razón, porque él lo ha estudiado y LO SABE. “Pero es que yo no lo veo así”.

Creo que lo que intento expresar ha quedado medianamente claro. Si un individuo del mundo debate sobre filosofía y sus campos con una persona que SABE de filosofía y sus campos, te callas y asientes. Esa persona está especializada en eso.

“Pero es que nadie está en posesión de la verdad”  Claro, menos tú que si lo estás ¿no, campeón? Primero, la afirmación “nadie está en posesión de la verdad” se usa como una absoluta verdad, con lo que se invalida a sí misma. Segundo, si nadie está en posesión de la verdad, obviando el punto uno, ¿para qué cojones discutes, feto de mandril deficiente?

“Ea ya está pues tú tienes que tener razón siempre y no se te puede llevar la contraria”. Si se me puede llevar la contraria. De hecho ha pasado muy a menudo el que me tenga que quedar callado, pero ¿por qué? Pues porque quien lo ha hecho ha usado una cosa que se llama ARGUMENTACIÓN. Me dice que punto exacto y concreto no le cuadra de mi argumentación y, desde ese punto me contradice hasta que agacho las orejas. Por supuesto, sé que en cuanto tengo que darle la razón en algo estoy jodido y voy a tener que callar y tragar. Vosotros, excrementos mentales, no. Y aquí llega el punto clave en el que ya me quemo vivo. Un momento mágico en el que ya planteo acabar con el diálogo y emplear la violencia. La más maravillosa de las frases, el sumun de la retórica: “No, no. Si tienes razón. Pero es que yo no lo veo así”.

Así que, estimado lector, si eres filósofo jamás discutas con alguien que no tenga una mínima idea del tema. Si eres de los que no tienen ni puta idea, cállate. Pero claro, seguro que ahora llega algún listo y me dirá de toda que esta parrafada que “yo no lo veo así”.

Atentamente Escri

El test del filósofo

¿Cansado de test inútiles que no sirven para nada? ¿Harto de que la gente le llame loco? ¡He aquí la solución definitiva a todos sus problemas! (Pero primero cambie el registro de voz y deje de hablar como el de la teletienda, dice muy poco de usted que pase tantas horas viendo ese tipo de programas).

Con ese brevísimo test acerca de su aburrida y cotidiana vida, podrá conocer rápidamente su condición, o no, de filósofo. (No se preocupe si la respuesta es negativa, nosotros somos los primeros que se alegran de que la competencia no sea alta). 

Y como no puedo darle todo el trabajo hecho, adivine las respuestas, ¡libertad de interpretación!

Sin más demora, empecemos...


- Te cruzas con ese familiar/amigo cotilla que todos tenemos y te pregunta: ¿De dónde vienes? ¿A dónde vas?

a) Le sueltas un ostión. Los cotillas nunca te han caído del todo bien.
b) Le contestas que vienes de romper con tu novia/mujer y te dirijes al puticlub más cercano.
c) Te llevas las manos a la cabeza, gritas, todo el cuerpo te empieza a sudar y le suplicas que no vuelva a hacerte preguntas de tan elevado carácter metafísico.


- Una viejecita, de esas amigas de tu abuela a las que ves muy de vez  en cuando, se extraña cuando la saludas (ya que tú si la recuerdas a ella y haces gala de una educación ejemplar) y te pregunta: "¿Y tú quién eres, niño?".

a) Respondes, mientras tu cara se vuelve lúgubre y taciturna, que sigues sin conocerte, que ya nada importa. Acto seguido, simulas tener una calavera en tu mano e imitas a Hamlet con el Ser o no ser, he ahí la cuestión.
b) Contestas que eres el hijo de Dios enviado de nuevo a la Tierra y que ella ha sido elegida para acompañarle. Solo por el placer de ver su gesto en progresiva descomposición. (Evitar esta respuesta si la viejecita en cuestión lleva bastón).
c) Piensas que una diferencia de edad de 60 años es permisible para tener relaciones sexuales.


- Un señor, con una cara de preocupación que haría que la gente no se pelease por ir a comulgar, te pregunta: "¿Qué hora es?"

a) Respondes seriamente: "La misma que ayer a estás horas". ¿Por qué? Porque sí, porque tú siempre fuiste un graciosillo.
b) No contestas, tu escepticismo es tal que no estás completamente seguro de que la otra persona vaya a comprenderte tal y como quieres ser comprendido. Meditas sobre el tiempo, su ojos se pierden en el horizonte y dilucidas torpemente que ayer, hoy y mañana no son más que palabras.
c) Le sueltas una bofetada pensando que es un pedófilo que quiere secuestrarte y violarte varias veces.



Está bien, ya os ayudo un poco vagos. Solo hay tres perfiles posibles:

- Mente sucia
- Filósofo
- El trompeta/graciosillo



Atentamente,

Gueky


viernes, 7 de septiembre de 2012

El engendro

Por fin lo acabaste, después de ese tiempo que te ha parecido inabarcable, pero que no ha durado más de unos minutos, como mucho una hora. Sí, es cierto, seguramente la idea haya estado revoloteando en tu mente todo ese tiempo, sin coger forma, porque eso de la forma siempre fue ajeno a las ideas, aunque suene raro decir algo así en un lugar como éste. Alivio momentáneo, pasajera satisfacción cuando crees que has conseguido plasmar todo aquello que pretendías. Fugaz, como digo, pues se evapora con la relectura, motivo por el que personalmente las evito. En unos segundos, los que tu mirada tarde en posarse al inicio del texto, todo se ha descolocado, ha perdido el sentido y toda aquella estructura que tan bien dilucidabas en tu cabeza se ha esfumado. Tus frases pueden malinterpretarse, las palabras no son las adecuadas, fallan los matices, sientes que nadie va a comprenderte. Definitivamente esto no es lo tuyo.

Paralelamente a toda esta amalgama de posibilidades que se te escurren entre los dedos, como cuando eras niño y jugabas con la arena seca de la playa, sientes que te vacías sobre un papel. Lejos de ser pintor de delicada paleta y brocha fina, viertes el bote entero sobre el lienzo en blanco, salpicándolo todo y jugando a adivinar qué parte de tu vida acabas de derramar. Te esfuerzas en buscar un sentido a aquello que no lo tuvo cuando estaba dentro de ti, pero nada, sigues sin encontrárselo. Recuerdas, torpe y lejanamente, aquellas palabras que escuchaste, que ahora no contextualizas, pero que decían algo así como que lo que uno escribe es muy parecido a un hijo, siempre en sentido metafórico. Solo que te niegas a pensar que sea algo así, demasiado bonito, puesto que te es imposible desprenderte de la imagen de Frankenstein. Lo que acabas de escribir, de martillear a duras penas sobre unas doloridas teclas, es un pequeño engendro deforme del que reniegas, a la vez que lo quieres. No se puede renegar completamente de uno mismo, y sabes que ahí va una parte de ti, por insignificante que sea. 

Cansado, recostado a duras penas sobre la silla fetiche que usas para escribir, rodeado de todo ese ambiente que se supone que te inspira para hacerlo, desistes en el intento de seguir torturando a tu criatura con más frases que se perderán en el mar de la incertidumbre hermenéutica del lector. Apagas, decides emplear tu tiempo en algo mejor, aunque no puedes evitar dar a conocer tu nueva creación. Es tu manera, tu vago intento de llamar la atención para demostrar que todavía existes, que sientes y las pesadillas hacen que te incorpores de la cama alguna que otra noche. Ahora duerme, imagina el guión para mañana que no se cumplirá. Sueña, que los sueños sí que no podrán arrebatártelos.

Gueky.