“Pero es que yo no lo veo así”. “Esa es tu opinión”. Las
mencionadas, son las dos grandes frases que marcaran la vida de todo aquel que
medianamente se dedique a la filosofía. ¡Y no sabéis lo muchísimo que me tocan
la polla! Ahora todo el mundo tiene la jodida razón y son los más máximos putos
amos de la filosofía. Pues os diré un secreto: no tenéis ni puta idea y cada
vez que abrís la boca me hacéis replantearme la veracidad de las teorías de
Darwin.
Ilustremos el porqué de mi frustración. Si yo le preguntara
a, por ejemplo, un médico dónde está el fémur, el respondería que en el muslo y
que es el hueso más largo del cuerpo humano. Pues bien, supongamos que soy un
subnormal profundo, producto de un cordón umbilical liado al cuello que bloqueo
la entrada de sangre al cerebro de forma irreparable, y digo que no. Mi
respuesta es un rotundo no; el fémur no está en el muslo, esta en la cabeza y
es un músculo. El muy apreciado médico me diría contradiría y demostraría que
no tengo razón, porque él lo ha estudiado y LO SABE. “Pero es que yo no lo veo
así”.
Creo que lo que intento expresar ha quedado medianamente
claro. Si un individuo del mundo debate sobre filosofía y sus campos con una
persona que SABE de filosofía y sus campos, te callas y asientes. Esa persona
está especializada en eso.
“Pero es que nadie está en posesión de la verdad” Claro, menos tú que si lo estás ¿no, campeón?
Primero, la afirmación “nadie está en posesión de la verdad” se usa como una
absoluta verdad, con lo que se invalida a sí misma. Segundo, si nadie está en posesión
de la verdad, obviando el punto uno, ¿para qué cojones discutes, feto de
mandril deficiente?
“Ea ya está pues tú tienes que tener razón siempre y no se
te puede llevar la contraria”. Si se me puede llevar la contraria. De hecho ha
pasado muy a menudo el que me tenga que quedar callado, pero ¿por qué? Pues
porque quien lo ha hecho ha usado una cosa que se llama ARGUMENTACIÓN. Me dice
que punto exacto y concreto no le cuadra de mi argumentación y, desde ese punto
me contradice hasta que agacho las orejas. Por supuesto, sé que en cuanto tengo
que darle la razón en algo estoy jodido y voy a tener que callar y tragar.
Vosotros, excrementos mentales, no. Y aquí llega el punto clave en el que ya me
quemo vivo. Un momento mágico en el que ya planteo acabar con el diálogo y
emplear la violencia. La más maravillosa de las frases, el sumun de la retórica:
“No, no. Si tienes razón. Pero es que yo no lo veo así”.
Así que, estimado lector, si eres filósofo jamás discutas
con alguien que no tenga una mínima idea del tema. Si eres de los que no tienen
ni puta idea, cállate. Pero claro, seguro que ahora llega algún listo y me dirá
de toda que esta parrafada que “yo no lo veo así”.
Atentamente Escri